Salud
Por Osvaldo Soto , 19 de octubre de 2019

Docente de nutrición cuestiona uso de app para bajar peso en niños y adolescentes

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Juan Pablo Espejo, docente de la Carrera de Nutrición y Dietética de la Pontificia Universidad Católica, analiza los riesgos de aplicaciones como Kurbo (lanzada en Estados Unidos) como un método para la pérdida de peso en niños y adolescentes.

En septiembre causó revuelo en Estados Unidos la noticia de que la famosa compañía Weight Watchers, conocida por sus programas de pérdida de peso, lanzó su nueva aplicación gratuita llamada Kurbo, hecha para niños y adolescentes de 8 a 17 años. Si bien actualmente existen aplicaciones para bajar de peso, ésta es la primera diseñada específicamente para menores de edad, abriendo la discusión acerca de si este tipo de herramientas constituyen un método seguro y saludable para el control del peso en menores de edad.

Juan Pablo Espejo, docente de la Carrera de Nutrición y Dietética de la Pontificia Universidad Católica, cuestiona la metodología al hacer recomendaciones nutricionales exclusivamente por su aporte calórico, en desmedro de nutrientes críticos para el crecimiento, como vitaminas y minerales.

Juan Pablo Espejo,  docente de la Carrera de Nutrición y Dietética de la Pontificia Universidad Católica. 

Según datos del último Mapa Nutricional de la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas (JUNAEB), actualmente la malnutrición por exceso en niños chilenos bordea el 50%; es decir, 1 de cada 2 escolares presentan sobrepeso u obesidad y, si nos enfocamos en las cifras de obesidad, éstas llegan al 23,9% en niños de primero básico, y a un 16% en alumnos de primero medio. Si bien la prevalencia del sobrepeso y la obesidad es una realidad preocupante en Chile, para el docente es crucial la vigilancia de las estrategias correctivas empleadas y la supervisión de adultos y profesionales expertos. 

Kurbo fue originalmente desarrollada por el Programa de Obesidad Pediátrica de la Universidad de Stanford usando un sistema de luces de semáforo para elecciones alimentarias; Weight Watchers tomó esta aplicación y le agregó elementos tales como una interface similar a la aplicación Snapchat. También hay acceso a una sesión semanal con un asesor digital o coach, pero esto se consigue pagando precios desde $69 dólares mensuales, lo que equivale a cerca de $50.000 pesos chilenos. 

Uno de los componentes centrales de la aplicación involucra la adopción de una “dieta del semáforo” en la que los alimentos se categorizan en los colores rojo, amarillo y verde según su contenido nutricional (los alimentos de la categoría roja vienen con límites sugeridos, mientras que los de la categoría verde pueden ser consumidos libremente). El nutricionista y docente aclara que este sistema no es nuevo; fue desarrollado a finales de la década de los 80 y desde entonces ha sido usado por expertos en obesidad para mejorar las conductas alimentarias y el peso de niños con malnutrición por exceso. Sus beneficios parecen ser a largo plazo, ya que se consigue una pérdida de peso moderada, pero ésta se mantiene hasta 10 años después de la intervención.

Espejo señala que la aplicación (app) usa una variación del sistema del semáforo, ya que se enfoca de manera excesiva en las calorías más que en la calidad de los alimentos. Y añade: “Por ejemplo, clasifica a los frutos secos y la leche semidescremada en la categoría roja, aunque sabemos que los primeros aportan grasas “saludables” y los segundos aportan proteínas y calcio, todos los cuales son nutrientes necesarios para niños y adolescentes en desarrollo. Si un menor de edad ve que estos alimentos están en la lista roja, es muy probable que por asociación los considere como malos y los evite, alterando su comprensión de lo que realmente es una dieta saludable. En este sentido, hay que recordar que los niños son muy influenciables, por lo que con esta dinámica puede generarse una relación tóxica con la comida que puede durar por el resto de la vida”. 

Otro aspecto importante para el especialistas es que los efectos de la dieta del semáforo se han estudiado principalmente en familias no hispánicas y de nivel socioeconómico alto; por lo tanto, sus efectos no necesariamente pueden extrapolarse a nuestra propia población chilena. Asimismo, Espejo asegura que el sistema de luces de semáforo fue diseñado para ser parte de un grupo más grande de intervenciones, que generalmente incluyen integrar a todo el grupo familiar al plan de pérdida de peso del niño, e interacción con profesionales de la salud (incluyendo nutricionista). Por eso, “si bien el sistema de luces del semáforo usado en Kurbo tiene un sustento científico, es cuestionable su uso por sí solo en menores de edad, fuera del contexto de un programa clínico multidisciplinario y sin la supervisión de un profesional de la salud”, aclara el especialista.

Otro punto negativo que señala el académico sobre Kurbo es que usa imágenes de niños con la cantidad de peso que han perdido usando la aplicación, lo cual tiene la intención de servir como fuente de inspiración para nuevos usuarios, pero finalmente envía el mensaje de que lo más importante es perder kilos, incluso por sobre incorporar hábitos de vida sana. “Esto puede llevar a baja autoestima, depresión y trastornos de la conducta alimentaria en el niño o adolescente; es por eso que algunos expertos plantean que la aplicación no debería ser dirigida directamente a niños, y que se les debería aconsejar que no la usen sin supervisión de sus padres”, insiste Juan Pablo Espejo.

Según datos del Ministerio de Salud o Minsal, la prevalencia de anorexia nerviosa y de bulimia en nuestro país aumentó en un 97% entre 2005 y 2007; además, de acuerdo a datos de la Subsecretaría de Salud Pública las derivaciones y atenciones en salud mental del sector público por trastornos alimenticios aumentaron un 68% entre 2014 y 2018, siendo la adolescencia la etapa en la que se presentan más casos de este tipo: el peak ocurre entre los 15 y 19 años (28%), seguido por el rango de 10 y 14 (12%) y entre 20 y 24 años (11%). Por lo tanto, los adultos a cargo de cualquier menor de edad que quiera usar este tipo de aplicaciones debe considerar que existe el riesgo de gatillar anorexia nerviosa o bulimia.

A pesar de todos los argumentos en contra de la aplicación, siempre hay que hacer un análisis de los beneficios y de los riesgos para cualquier tratamiento al que se quiera someter a un niño o adolescente para bajar de peso, dado que la obesidad está asociada a comorbilidades que incluyen resistencia a la insulina, hígado graso no alcohólico, apnea del sueño, dislipidemias o incluso bullying escolar, entre otras.

El especialista concluye mencionando: “En un mundo ideal, todos los niños con sobrepeso u obesidad tendrían acceso a una intervención multidisciplinaria que incluya nutricionista, nutriólogo, kinesiólogo y psicólogo, pero la realidad es que esto es muy costoso para muchas familias chilenas. Por lo tanto, ¿es ético no ofrecerle apoyo gratuito a un niño con obesidad severa, prediabetes e hipertensión arterial que no tiene suficientes recursos para acceder a un programa multidisciplinario de pérdida de peso?. Algo que queda claro de la aparición de esta app es que es necesario discutir estrategias igual de accesibles y universales para tratar la obesidad infantil, pero sin las desventajas de Kurbo”.

En un país donde un 51% de los menores de 18 años tienen teléfonos celulares, e invierten alrededor de 8 horas por día en el uso de pantallas, una aplicación gratuita puede ser un elemento clave para mejorar los índices de obesidad infantil, con la debida supervisión de su diseño, objetivos, estrategias y un acompañamiento garantizado por adultos responsables y equipos profesionales interdisciplinarios especializados en nutrición.

 

La investigación comprobó que la once es un hábito arraigado a la familia chilena y muy dañino para la salud cardiovascular. Actualmente existe un 74% de sobrepeso y obesidad, y cerca de un 13% de diabéticos que han empeorado en los últimos 10 años.

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A sus beneficios además se suma un menor riesgo a desarrollar otitis media, asma y dermatitis atópica en el primer año de vida, así como obesidad, colesterol alto y diabetes en la adolescencia y adultez.

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