Opinión
Por Pablo Santiesteban , 22 de octubre de 2021

Números con poca (o sin) identidad

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Columna de opinión del periodista Víctor Pineda Riveros.

Chile tiene varias particularidades, rarezas, chorezas, peculiaridades, curiosidades o como se llamen, que con frecuencia son destacadas en redes sociales, especialmente por personas de otras nacionalidades recién llegadas al país o con corto tiempo de vínculo con nosotros.

Lo más común entre los comentarios de los extranjeros tiene que ver con nuestra exótica forma de martirizar el idioma que la vieja Europa nos mandó como presente griego. En Youtube es fácil encontrar videos subidos por gringos e incluso hispanoparlantes, que, advertidos del peligro por exploradores pioneros, intentaron prepararse para enfrentar a los chilenos y conversar en español o castellano. A poco andar se dieron cuenta de que los cursos tomados y que al final les permitirían comunicarse a fondo con los chilenos, les servían tanto como haber aprendido afgano o zulú. Solo después de meses de permanencia en nuestro territorio se convencieron de que a partir de la palabra mágica, huevón, efectivamente lograban hacerse entender algo.

En la universidad, un recordado profesor, chilote él, nos alumbró al explicar la existencia de los subidiomas derivados del castellano o español, como el platense, el de los tangos, con aportes como percanta, cana, otario, yita y millones de etcéteras; y el chileno, el nuestro, que se habla muy, pero muy rápido, comiéndose letras, sílabas, palabras o frases completas, y agregando modismos a cada rato. Así, no queda otra cosa que reconocer que hace falta ser chileno o vivir un buen tiempo acá para dominar el tierno dialecto de los que vivimos por acá.

Después de esa larga introducción (parece chiste del Profesor Rossa), recién voy a lo que quería decir.

A los extranjeros también les cuesta entender la forma de utilizar los números ordinales en nuestro territorio. Claro, porque solamente en Chile se enumera así: Décimoquinta, primera, segunda, tercera. cuarta, quinta, metropolitana, sexta, séptima, décimosexta, octava, décimocuarta, décima, undécima y duodécima (¿?). Y eso que es transitorio, porque todavía el esquema puede cambiar.

Es el orden en que han ido quedando las regiones, a la espera de que asomen más iniciativas independentistas, ya que se sabe que hay unas cuantas en conserva, a la espera del momento propicio para lanzar el grito de libertad. 

Esto se debe a que, de acuerdo a la lógica militar, de poner número a sus reparticiones, Primera Zona Naval, Segunda División de Ejército, Tercera Brigada Aérea, etc., etc. la regionalización de 1974 se hizo bajo esa lógica. 

¿Hacía falta poner un número a Atacama o a Magallanes, por ejemplo? Por supuesto que no. Y eso que todavía no comenzaban las divisiones en las regiones, como ocurrió con Valdivia, Arica y Chillán, a la cabeza de sus respectivas comunidades, que lograron recuperar el estatus anterior a la reforma del 74 o ponerse más a la altura.

Otro detalle importante en todo esto es que solo en algunas regiones sus habitantes no se sintieron pasados a llevar en sus identidades. Los atacameños, los magallánicos, los ayseninos, los antofagastinos, los tarapaqueños, estuvieron entre esas excepciones, porque tanto dentro del antiguo esquema de las 25 provincias, como en el nuevo, de las 13 regiones, siguieron sintiendo lo que habían sentido durante toda su vida. También está el caso de los ñublenses, que recuperaron terreno, más allá del equipo de fútbol.

No ocurrió lo mismo con el resto. Y voy a poner un ejemplo muy cercano. Cuando se creó la región de Los Ríos, en el medio donde trabajaba, hice una encuesta preguntando a los lectores cuál debería ser el gentilicio del flamente territorio. Y puse alternativas, como fluviales, ribereños, rienses o valdivianos. Se notó mucho que la mayoría de las respuestas surgieron desde la capital, porque la opción valdivianos ganó por paliza. Esto no gustó en el resto de las comunas y en los días siguientes me llovieron críticas por la idea de la encuesta, pero llegué justo donde quería, a la falta de identidad formal de las regiones de Chile.

¿Cuál es el gentilicio de los habitantes del Biobío?, ¿o el de la gente de Valparaíso? ¿Quién se acuerda del himno que fueron creados en algunos lugares? ¿Quién ha visto la bandera regional más allá de la Intendencia o la Gobernación?     

A lo mejor, y lo más probable es que sea así, el asunto no tiene ninguna importancia, pero lo pongo en tabla por lo menos para salir un rato de los temas que tanto nos remecen en estos momentos. 

Víctor Pineda Riveros

Periodista

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